Una obra de realismo épico
Por Martín Urruty (ESPN)
Getty Images
Fangio se accidentó durante la Buenos Aires-Caracas
BUENOS AIRES -- Al tiempo que Ray Bradbury hacía sus primeros aportes al realismo épico y antes de que Gabriel García Márquez desarrollara el realismo mágico, una carrera de autos soñada al sur de América como enlace del continente disparaba personajes y situaciones propios del género. El Gran Premio a la América del Sur, así se llamó lo que había sido pensado en 1938 como un periplo que llegaría hasta Nueva York, unió Buenos Aires con Caracas y se corrió hace 60 años. En el inicio, según surge de la recopilación de datos, la competenciaserviría para inaugurar una ruta que uniría los extremos de las Américas, de sur a norte, según una iniciativa de Carlos Anesi, vicepresidente del Automóvil Club Argentino y secretario de Vialidad a fines de la década del 30. La largada había sido estipulada para el 12 de octubre de 1942, 450º aniversario de la llegada de Cristóbal Colón al continente. Sin embargo, la Segunda Guerra Mundial pospuso el proyecto y las secuelas del conflicto descartaron el cruce hacia Norteamérica. Caracas surgió entonces como punto de arribo.
La epopeya comenzó el 19 de octubre de 1948, a las 22 horas, desde la sede central del Automóvil Club Argentino. Las 138 tripulaciones que largaron --hubo 141 inscriptas entre argentinos, uruguayos, peruanos, chilenos, bolivianos y venezolanos-- tenían por delante 9.575,800 kilómetros de recorrido divididos en 14 etapas. Según el escalafón impuesto, salió primero Juan Manuel Fangio, seguido por el uruguayo Héctor Suppici Sedes y otro argentino: Oscar Alfredo Gálvez. Se había estipulado el siguiente orden de partida: campeones, ganadores de Grandes Premios, ganadores de etapas, no ganadores y debutantes.
De arranque, nomás, 1.696 kilómetros hasta Salta. Fangio, que tres meses antes había corrido por primera vez en Europa antes de que la Fórmula Uno existiera como Campeonato Mundial, penó con el diferencial y llegó a Salta 79º con su Chevrolet 1939. En el tramo de Salta a La Quiaca, el Chueco terminó cuarto y ascendió al 55º lugar en la clasificación general. En la etapa de Villazón a Potosí, tercera del programa, ya en Bolivia, Julián Elguea se desbarrancó con su Ford y murió junto con su acompañante, Heriberto Román. Hasta ahí, Oscar Gálvez dominaba en la carrera.
Después de haber cruzado la Cordillera de los Andes y alcanzado los 4.690 metros sobre el nivel del mar en Abra de Toroya, la aventura preveía una jornada de descanso en Lima. Sin embargo, fue acortada por el temor a un golpe militar. Varios pilotos, Fangio entre ellos, fueron despertados de madrugada para que largaran la etapa mientras se escuchaban disparos en la capital peruana. Antes de que ese 29 de octubre se hiciera día, con niebla, Oscar Gálvez partió en punta hacia Tumbes, seguido por el mendocino Pablo Gulle, el peruano Arnaldo Alvarado y Fangio. El Aguilucho, como el periodista Pedro Fiore había apodado a Oscar, dejó pasar a sus rivales. Gulle paró por problemas mecánicos y Alvarado se salió del camino al caer mal luego de un salto. Gálvez y Fangio viajaron casi juntos durante unos 200 de los 1.322 kilómetros.
Acaso el mejor piloto de la historia, el que estableció un record de cinco títulos en Fórmula Uno que se mantuvo durante 46 años, el Chueco Fangio, pudo haber muerto antes de llegar a correr en el Mundial. Aquel día, en Huanchasco, al encarar una curva cerrada a la izquierda, el balcarceño comenzó a zigzaguear. Detrás, Gálvez vio la maniobra y tiró su Ford hacia la derecha: cayó en un cañaveral. En cambio, el Chevrolet de Fangio, que utilizaba por primera vez una jaula antivuelco, comenzó a dar tumbos. Jamás se tocaron, como horas después aseguró un reporte radial.
Cuando salieron de su auto, Gálvez y su acompañante, Federico Herrero, buscaron el coche de Fangio, que estaba volcado después de haber caído en una pendiente. El Chueco, golpeado, no encontraba a Daniel Urrutia, su copiloto. Había quedado a unos 20 metros del Chevrolet. Sangraba por la boca, estaba mal herido. Eusebio Marcilla vio las señas desesperadas de sus colegas y paró. Cargó a los lastimados --Fangio llevaba a Urrutia entre sus brazos--, salió de la carrera en la cual peleaba la punta y los llevó hasta el Hospital Obrero de Chicope. Urrutia llegó muerto. Fangio, herido, fue derivado luego al hospital de Trujillo. Al juninense noble se lo conocería más tarde como Caballero del Camino.
Diez días después, en la etapa final, a 300 kilómetros de Caracas, Juan Gálvez superó a su hermano Oscar y volcó. El mayor paró a auxiliar a Juancito. Al cabo, tenía cinco horas de ventaja en la punta. Acaso el esfuerzo impuesto al motor para que sacara de la zanja al otro Ford de Juan resintió el cigüeñal. El primero en alcanzar Caracas fue el mendocino Víctor García, que ganó la etapa final. Se cuenta que su salida de Venezuela fue aún más dramática: en carrera había atropellado a una niña, que falleció, y el padre lo retó a duelo. Hilario Martínez, el acompañante, tuvo que esconder a García en el baúl del Ford para cruzar la frontera hacia Colombia.
Oscar Gálvez llegó a la capital venezolana con el impulsor roto. Había sido empujado durante buena parte de la última etapa por un Buick particular, conducido por Luis Sarría. Astuto, el Aguilucho aprovechó el envión final y un declive del terreno para cruzar la meta solo, con el motor apagado. Atrás, el Buick comenzaba a incendiarse por el esfuerzo. Las autoridades estaban advertidas de la anómala llegada de Oscar, que era esperado por una multitud e inmediatamente fue llevado en andas. Mientras el comisario deportivo Fulvio Pastor intentaba comunicarle a Gálvez que su entrada no era válida porque había sido con el impulsor detenido, el público empujaba el Ford unos 20 metros hacia atrás y Herrero, el copiloto del Aguilucho, encendía el motor a duras penas para volver a cruzar la meta. Aquello tampoco tendría validez: el reglamento marcaba que el piloto debía conducir la máquina. Además, estaba probado que Gálvez había recibido ayuda externa en la última etapa, de Valera a Caracas, adonde el 8 de noviembre de 1948 llegaron 42 de los 138 participantes.
Mientras Domingo Marimón, uno de los más veteranos, invitaba whiskies a cuenta de los 100.000 pesos que recibiría como premio por haber triunfado, Gálvez era azuzado por los representantes de Ford en Caracas para que entablara reclamos legales. Oscar pretendió que hasta el presidente argentino, Juan Domingo Perón, intercediera en el resultado. "¿Existe un reglamento?", se dice que preguntó Perón. "Entonces, que se cumpla", remató. Y Toscanito Marimón, de 45 años, que corría con un Chevrolet, fue consagrado ganador de la Buenos Aires-Caracas.
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