Cuando termina el día, el trabajo aumenta en el campamento. Una recorrida por los boxes de los pilotos, donde cada mecánico trabaja contrarreloj para dejar todo listo para la siguiente etapa.

Así es el Dakar, una prueba exigente para todos: pilotos, mecánicos, organizadores, medios. En los talleres -carpas que se levantan cada día- los vehículos son elevados y desarmados para cambiar piezas y darles una limpieza a fondo con la pistola de aire. Así, el trabajo de los mecánicos no tiene pausa. Muchos podrán ir a comer al restaurante recién a la medianoche, tras dejar el auto a punto. No hay tiempo que perder: a las 3 o 4 de la madrugada habrá que partir de nuevo.
Desde los alrededores del vivac, cientos de espectadores -detrás de las rejas que limitan la zona- tratan de no perderse detalle de lo que sucede en los talleres más cercanos al perímetro. Es cierto: no se ve demasiado. Pero están ahí, asombrados con el ir y venir de los mecánicos, con los constantes sonidos de las pistolas neumáticas, con las órdenes -generalmente en francés o inglés- para cambiar un sistema de frenos o revisar los sistemas de navegación.
En la noche, caminando entre el polvo de las calles del vivac, esquivando cardos y ramas que raspan las piernas, se pueden apreciar dos tipos de espectáculos en los talleres.

Por otra parte, están los equipos más chicos y los que están prácticamente solos: piloto -tratando de dormir en una carpa, a pocos metros de su

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